domingo, 8 de febrero de 2015

Irrealidad

Hola a todo el mundooo ^^ Hoy hay buenas nuevas. Realmente una, porque la entrada no debería ser una buena nueva en sí. Bueno, primero diré que la entrada de hoy es ligeramente diferente, ya que es una historia como las que ya habéis leído pero he hecho dos partes, a ver qué os parece.
Ahora sí, la noticia es que participé en un concurso de microrrelatos e iban a seleccionar algunos para hacer un libro. Pues bien, me seleccionaron el mío :D Así que ahora sí que sí voy a intentar escribir más. Dentro de un tiempo os enseñaré mi obra de arte, mientras, os dejaré con la intriga. Ahora, ¡a disfrutar!


No sabía si era real o era una alucinación. De repente todo careció de sentido. El sol comenzó a brillar aún más. Su luz era deslumbrante, más cegadora que de costumbre. Nada de lo que había vivido se parecía a esa escena. Todo empezó a desmoronarse. Los edificios se derretían cuales cirios. Las personas huían cuales pollos sin cabeza. Las calles se convertían en fuertes corrientes cual río descauzado. Y ella, entre tanta multitud, entre el caos y la desesperación, lucía un rostro tranquilo y sereno, como nunca antes se había visto.

Aquella escena no era nada desagradable, pues aunque jamás lo admitiría, lo más profundo de su ser anhelaba ver desorden, intranquilidad, tenía sed de pánico, de sufrimiento, no quería alegría, ni vida. Mientras todos evitaban el descontrol, ella disfrutaba de cada pedacito de caos que le rozaba, a pesar de que cada encuentro entre ella y los desprendimientos de su alrededor  significara una poco profunda aunque gran herida en cada cita improvisada.

Sabía que su fin estaba cerca, que en su estado no llegaría lejos y decidió pasar sus últimos momento en paz. Dejó que su caos reinara, que tomara el control hasta que no le quedaran más fuerzas para mantenerse en pie. Cada vez más, el desorden se iba apoderando de su cuerpo. Primero los pies, luego las rodillas, seguido de sus piernas, inmóvil hasta la cintura, el cuello... Hasta su cabeza.

Estaba completamente sumergida en un cauce espeso en el que le costaba moverse, respirar e incluso pensar.