jueves, 9 de julio de 2015

Y realidad

Muy buenas ^^ No ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, lo cual es un hecho inaudito en la historia general. A ver si ahora con la excusa de que estoy de vacaciones y tengo portátil nuevo esto no es tan inusual.
Hoy os dejo con la segunda parte de "Irrealidad", que como ya dije era un fragmento que cubriría con dos entradas. Espero que os guste y que siga la línea de la primera parte ^^


Justo en ese momento su vida se paró y volvió a renacer. En ese preciso instante logró liberarse del fango y sentirse renovada. Se hallaba en un solitario lugar. Una especie de desierto sin color, completamente blanco con algún ligero toque negro. Sus ojos no alcanzaban ver ningún cuerpo que desprendiera calor cercano a ella, pues era la única que habitaba aquel lugar. Agudizó su vista hacia todas las direcciones posibles y se extrañó al no ver nada más que arena y dunas. El árido suelo de aquel paisaje le provocaba una ligera sensación de incertidumbre, como una pequeña molestia. Aunque nada le importara, la impresión de ignorancia total la incomodaba. A sabiendas de que su búsqueda sería en vano, decidió inspeccionar el sitio.

Curiosamente, había desarrollado un nuevo sentido que le permitía saber dónde cabía la posibilidad de hallar un organismo con vida. Su extraño radar le indicaba que muy cerca había una presencia humana. Estaba prácticamente delante de esa señal, mas no logró hallar compañía. Estiró uno de sus brazos hacia delante, intentando poder captar alguna sensación imperceptible a simple vista, pero no notó nada más que una repentina calidez por donde se suponía que había alguien. De pronto percibió otra presencia acecándose a ella, pero nuevamente fue incapaz de verla.

Empezó a caminar, alejándose de las señales donde no había nada, y su nuevo sentido no tardó en reaccionar de nuevo. Ahora era una señal más pequeña, bajita, alargada, y según parecía no era humana. No tardó en averiguar, gracias a las cuatro patas, que se trataba de su perro. No logró identificar a los humanos, pero sí sabía que ahora se trataba de su mascota, pues el calor que antes había descubierto ahora impregnaba su ser, y sabía que no cualquier animal se habría acercado a ella con tal delicadeza.

Decidió dejar de caminar y de buscar. No sabía lo que estaba pasando. No quería seguir presenciando entes. Nada le impulsaba a intentarlo. Se dio por vencida y se dejó caer, en medio de la nada, de aquella nada que había creado, de la nada que, quizás, nunca había existido.

A su alrededor, algunas personas admiraban con cierto pavor el final de esa muchacha. Ella jamás llegó a comprender que estaba rodeada de vida y por eso sus esfuerzos cayeron en saco roto.

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